17 abril 2019, Un cambio Epocal…Fuerza Perú!
El tiempo
El tiempo es su
espejo, si las presunciones son ciertas deberían acusar prontamente, caso
contrario, cuando su timmig investigativo se acabe y no sean ciertas, como resarcirán
a las personas que les causaron daño a su reptación, de nuevo el tiempo es el
mejor juez.
La construcción
de los valores de un país se forma día a día con pequeños y grandes gestos en
el hogar, la escuela, los centros educativos, el trabajo, la empresa e incluso
en el ámbito de la diversión. Con un gesto como el ocurrido en este
desafortunado día, podemos afirmar que la misma estructura del país se vio
sacudida por el estruendo de la bala que acabó con la vida de un ciudadano que
fue honrado dos veces como presidente de la república, gracias al voto
democrático y soberano del pueblo peruano.
La investidura
más alta de una nación es la del presidente, quien refleja y representa a los
32 millones de peruanos. Todos los ojos críticos, así como los complacientes,
están puestos en sus acciones, gestos, posturas y comentarios. El presidente
tiene el honor de defender la Constitución de nuestra república. Los últimos
acontecimientos nos llevan a pensar que todo el sistema peruano se encuentra en
una crisis épica y necesita una reestructuración inmediata. La ausencia de paz
y concordia, así como la ignorancia de los derechos naturales de las personas,
nos podría llevar al abismo y resucitar fantasmas dictatoriales o, peor aún, el
resurgimiento de grupos radicales de extrema izquierda, que ya causaron la
muerte de cientos de miles de compatriotas en los años 80.
La Libertad
La libertad es de suma importancia para los seres
humanos, no tiene precio y es, de hecho, inestimable. No se relaciona con
posesiones materiales, títulos o dinero. Incluso la formación ideológica no
puede desmerecerla. La libertad es un valor supremo que no distingue raza,
religión o situación económica. Hace que el ser humano sea digno y es vulnerada
por el abuso del poder nefasto, que siempre busca silenciarla y mancillarla, ya
sea a través de métodos legales o ilegales.
Si los funcionarios o ex presidentes son culpables,
deben ser juzgados como corresponde en un país civilizado que aspira a la
verdad y la justicia. Si se encuentran culpables, deben enfrentar las
consecuencias de sus actos al recibir el juramento del cargo, que dice:
"Sí así lo hiciereis, Dios y la patria os lo premien y si no, ellos os lo
demanden".
Tengo preguntas que me atormentan y me avergüenzo de
no tener respuestas claras todavía:
- ¿Cómo les explicaremos a nuestros hijos que, gracias
a una guerra fratricida inútil entre peruanos, nuestros propios representantes
parlamentarios han desgastado y demonizado con sus acciones nuestra joven
democracia?
- ¿Qué les diremos sobre los últimos cinco ex
presidentes (dos en prisión, uno en EE. UU., uno fallecido y otro con
comparecencia restringida), todos envueltos en presuntos actos de corrupción,
algunos con muchas pruebas, seleccionadas caprichosamente con el bisturí
quirúrgico de un maquiavélico Baratta, una persona que representa los intereses
de la constructora más poderosa y corrupta de Sudamérica?
Hoy no somos capaces de establecer una política
pública sólida en cuanto al desarrollo territorial, una ley digna del trabajo,
un programa que equilibre las poblaciones y las empresas mineras, que son la
columna vertebral de nuestra economía. Falta una acción concreta ante la
inseguridad que impera en cada calle de nuestro país. Necesitamos generar un
clima legal y ofrecer incentivos concretos para los empresarios peruanos,
quienes son los encargados de promover las inversiones y el crecimiento
económico. Además, necesitamos una política internacional que comunique al Perú
como un país con un gran potencial.
Los peruanos hemos pasado casi tres años inútiles en
nuestra vida republicana, con el parlamento y el ejecutivo inmersos en
discusiones y confrontaciones bizantinas. Y lo más indignante ha sido el
escándalo del poder judicial. Es decir, los tres pilares o poderes del Estado
peruano están profundamente comprometidos y, justamente por eso, es
imprescindible un cambio drástico en la visión del Estado peruano.
La concertación nacional, la reconciliación nacional,
los acuerdos de gobernabilidad y las mesas de diálogo suenan como palabras
bonitas y melosas pero aún suenan huecas (un címbalo estruendoso). Los
jóvenes quieren propuestas claras y también ser partícipes de ellas. Yo confío
mucho en la fuerza de la juventud, en su espíritu libre. La nueva generación
domina el lenguaje digital, es abierta a las diferencias ideológicas y
religiosas, respeta más el medio ambiente y se siente más ciudadana. Veo en
ellos la esperanza de nuestro país.
Tal vez sea el inicio de una nueva fuerza en el Perú.
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